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Un trasplante de cabeza es una operación quirúrgica. Implica el injerto de la cabeza de un organismo en el cuerpo de otro. No se debe confundir con otra operación quirúrgica hipotética, el trasplante de cerebro. El trasplante de cabeza implica decapitar al paciente. Aunque se ha realizado con éxito en perros, monos y ratas, ningún ser humano es conocido por haber sido sometido al procedimiento.
Dado que la tecnología necesaria para volver a unir una médula espinal cortada aún no ha sido desarrollada, quien fuera objeto de un trasplante de cabeza se convertiría en tetrapléjico a menos que se desarrollaran las terapias adecuadas. Sin embargo Sergio Canavero, miembro del Grupo de Neuromodulación Avanzada de Turín, Italia, en un trabajo publicado recientemente, afirma que las barreras tecnológicas por las que este arriesgado procedimiento no fue factible cuando se intentó por primera vez en 1970, ya han sido superadas; todo lo que queda por hacer es, literalmente, someterlas a prueba y error.
La investigación de Canavero está basada en la del doctor Robert White, quien en 1970 logró trasplantar con relativo éxito la cabeza de un simio en el cuerpo de otro. Esta técnica se ha propuesto como posiblemente útil para personas que ya son tetrapléjicas y que también sufren de fallos orgánicos generalizados que de otro modo requerirían muchas cirugías de trasplante diferentes y difíciles. La cuadriplejía puede ser una opción aceptable para los enfermos terminales. No existe un consenso uniforme sobre la ética de un procedimiento de este tipo.
En 1959, China anunció que había tenido éxito en el trasplante de la cabeza de un perro en el cuerpo de otro,dos veces.3 El 14 de marzo de 1970,4 un grupo de científicos de la Escuela de Medicina de la Universidad Case Western Reserve en Cleveland, Ohio,5 dirigida por Robert J. White, un neurocirujano y profesor de cirugía neurológica que se inspiró en la obra de Vladimir Demikhov, realizó una operación altamente controvertida para trasplantar la cabeza de un mono en el cuerpo de otro. El procedimiento fue un éxito, en cierta medida, con el animal siendo capaz de oler, gustar, oír y ver el mundo a su alrededor. En la operación participaron arterias y venas cauterizadas con cuidado mientras que la cabeza estaba siendo cortada para evitar la hipovolemia. Debido a que los nervios se quedaron totalmente intactos, se conectó el cerebro a un suministro de sangre manteniéndolo químicamente con vida. El animal sobrevivió durante algún tiempo después de la operación, incluso hubo momentos en que intentaba morder a algunos de los empleados.6
Históricamente, el nombre del trasplante de cuerpo ha sido indebidamente popularizado como "trasplante de cabeza", y por ello parece conveniente conservarlo incluso para el presente artículo. A su respecto, debe observarse que la identidad personal del receptor del cuerpo (no humano, hasta ahora) no se ve afectada por la sustitución de sus órganos extracefálicos, es decir ubicados fuera de su cabeza. Tampoco estos desarrollos técnico-quirúrgicos dependen de sostener la idea de que (a) identidad personal, carácter y recuerdos emerjan del cerebro porque el psiquismo no tendría realidad independiente; o bien de sostener la idea (b) de que ni la memoria, ni la personalidad ni la identidad podrían "almacenarse" en la estructura o la química cerebrales porque el psiquismo sí posee realidad objetiva e independiente del cerebro; o bien de sostener la idea de que (c) un alma inmortal se halla presente en la cabeza del receptor. Numerosos sostenedores de esas tres maneras diferentes de ver, o sus combinaciones, han tratado de hallar, en el progreso de los "trasplantes de cabeza", una confirmación de su propia postura. Sin embargo, las tres posturas predicen el mismo resultado observado en las intervenciones quirúrgicas practicadas.
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