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domingo, 22 de marzo de 2015

Jesús está vivo - Padre Emiliano Tardif - Parte III


¡JESUS EST� VIVO!


Durante el mes de junio de 1981, después de una jornada de evangelización por Argelia y Marruecos, Dios me concedió la gracia de visitar Tierra Santa.

Al día siguiente de mi llegada me levanté muy temprano, antes de que saliera el sol,y me interné por esas viejas y torcidas calles de la siempre nueva ciudad de Jerusalén; recorriendo el mismo camino de María Magdalena el Domingo de Resurrección.

Al llegar al santo Sepulcro me encontré con un amigo mexicano que había ido a casarse a Caná con una linda puertorriqueña. Al entrar en el monumento, él nos hizo notar una inscripción escrita en griego que decía:

¿POR QUE BUSCAN ENTRE LOS MUERTOS
AL QUE ESTA VIVO?
¡NO ESTA AQUI! ¡RESUCITO!


Todavía no salgo del asombro de esa madrugada que es como el eco del Domingo de Pascua. El que murió en la cruz, abandonó el sepulcro y está vivo. De la oscuridad de esa tumba ha brotado una luz que ilumina a todos los hombres iniciando una nueva creación.

Si Jesús no está en la tumba vacía de Jerusalén se encuentra en todas partes del mundo. El único lugar de esta tierra donde Jesús no se encuentra es en aquella tumba labrada en la piedra que un día le prestara su amigo José de Arimatea.

Jesús envió a sus apóstoles no a enseñar teorías ni ideas abstractas sino a testificarlo que habían visto y oído. Pero, desgraciadamente, parece que estamos más preocupados de enseñar doctrina que en comunicar vida. Para crecer en la vida de Dios antes se debe haber nacido por el poder del Espíritu Santo.

Un evangelizador es ante todo un testigo que tiene experiencia personal de la muerte y resurrección de Cristo Jesús, y que presenta, más que una doctrina, a una persona viva que comunica vida y vida en abundancia. Después, sólo después y siempre después, se debe enseñar la catequesis y la moral. A veces estamos muy preocupados en que la gente cumpla los mandamientos de Dios antes de que conozcan al Dios de los mandamientos. No debemos olvidar que los mandamientos fueron dados después de la teofanía del Sinaí.

Nadie puede ser auténtico transmisor del Evangelio si él mismo no ha experimentado la nueva vida traída por Cristo Jesús. Cuando comunicamos lo que el Señor ha hecho a partir de su resurrección entonces todo cambia. La predicación va acompañada de las señales y prodigios que Jesús prometió.

En Jánico, el párroco invitó al Padre Emiliano a dar un retiro, advirtiéndoles que allí la gente era muy dura y no le gustaba ir a la iglesia. Cuando llegó la primera noche no había mucha gente. Pero había allí, postrado en el suelo, un hombre que parecía un muñeco de trapo que no podía mantenerse en pie. Además, estaba tullido también de las dos manos y no podía comer ni caminar por sí mismo. En verdad daba lástima ver aquel hombre.

En su interior el Padre Emiliano pensaba:

¿para qué traen a este hombre aquí?

Como lo distraía mucho con su aspecto tan lastimoso dijo:

Vamos a orar por este hombre para que luego se lo lleven.

Al iniciarse la oración, él comenzó a sudar y a temblar. Al verlo me acordé que también yo había sentido un profundo calor cuando el Señor me curó. Entonces le ordené:

Levántate! ¡El Señor te está sanando.

Luego lo tomé de la mano y le ordené: ¡camina!, hasta que llegó al sagrario. Allí dio su testimonio, de pie, diciendo que tenía 10 años sin poder dar un paso.

Yo simplemente estaba asustado y pensé en mi corazón: qué bueno que no sabía que tenía tanto tiempo inmóvil; si no, no me atrevo a decirle que se levante.

Esa tarde salimos todos juntos de la iglesia, cruzamos la calle y nos sentamos en el atrio. Al sentarse añadió:

Pero es que el Señor también me sanó la mano. La puedo mover.

Ese tullido nos llenó el local para el día siguiente. La gente ya no cabía y estaban atrás de las persianas y de la puerta de la iglesia.

El día que comprendamos el poder que tiene el testimonio, cambiará nuestra predicación.

Antes yo preparaba mucho mis homilías. Estudiaba autores clásicos y leía teólogos modernos. Eran tan buenas y profundas mis lecturas que no quería que se perdiera nada de lo que les iba a decir. Entonces apuntaba todo en un papel y lo leía a la hora depredicar para aprovechar la riqueza de lo que quería transmitir.

Sin embargo también en eso el Señor me ha transformado. Un domingo, delante de los apuntes bien hechos de mi homilía, el Señor me dijo:

Si tú que tienes tantos estudios y has leído tanto no eres capaz de grabártelo en lamemoria sólo para repetirlo, ¿cómo quieres que esta gente sencilla que no tiene la mismapreparación que tú, lo grabe en su corazón para vivirlo?

Desde entonces cambié mi predicación. Ahora ya no hago otra cosa sino testificar el poder de Dios y lo que El está haciendo, y cuento las historias del amor de Dios.

He aprendido otra cosa más importante: lo esencial no es hablar bien de Jesús sino dejarlo actuar con todo el poder de su Espíritu. ¿Para qué queremos hablar maravillosamente de Jesús si podemos dejarlo actuar a través de nosotros? El Evangelio no es palabras. El Reino de Dios es poder y fuerza que vienen de lo Alto y se manifiesta entre nosotros.

En una ocasión prediqué muy largo; más de una hora. Al final se acercó un sacerdote un poco enfadado y dijo señalando su reloj:

No me gustó la conferencia del padre Tardif, pues en 67 minutos que habló de milagros y milagros no hizo alusión a ninguno de los del Evangelio.

Otra persona que lo oyó respondió:- ¿Para qué hablar de los milagros de hace dos mil años si puede hablar de los que Jesús hizo en la semana pasada?

Lo que me pasa es que son tantas e innumerables las maravillas del Señor, que ni todo el resto de mi vida me alcanzaría para contar lo que Dios ha hecho en estos veinte años. Por eso, cuando sólo tengo una hora, debo contar lo más reciente.

He predicado ya en los cinco continentes diciendo siempre lo mismo, porque no tengo otra cosa que comunicar.

Por otro lado, ¿qué es lo que he visto en todas partes? El amor misericordioso de Dios. Yo soy testigo de que Dios ama a todos los hombres de todos los pueblos y lenguas.
El poder del Espíritu Santo me ha convertido en un testigo de que Cristo vive.

A veces no queda tiempo ni para comer. Después de muchas horas de viaje y cansados entramos directamente a trabajar. Pero el Señor manifiesta su fuerza a través denuestra debilidad.

En el retiro de Lourdes, Francia, había sacerdotes de diferentes países europeos. Era muy cansador después de las conferencias sentarse a confesar para luego seguir con otra conferencia o la liturgia.

Después de una charla se acercaron algunos sacerdotes para confesarse. El primero fue un sacerdote holandés que no hablaba bien el francés. Al terminar de confesarse me pidió:

Padre ¿puede orar por mi sanación? Estoy "mudo del oído izquierdo".

Fue tan original que por poco suelto la risa a causa de su "oído mudo". Simplemente dije:

Señor, si tú curas a éste, va a ser la sanación más grande del mundo, ya sólo esperaba que él saliera para poder reírme a gusto.

Pero inmediatamenteentró otro que me encontró risueño. A mí no se me olvidaba lo del "mudo del oído izquierdo" y me sonreía todo el tiempo que duré confesando.

Después, los sacerdotes comentaban:- Qué feliz es el padre Emiliano. A pesar de tanto trabajo está siempre contento. Otros afirmaban:- Qué gusto da confesarse con un sacerdote que te recibe con una sonrisa.

El Señor se sirvió del "mudo del oído izquierdo" para mostrar que Ã?l es un Dios de alegría que nos recibe contento cuando nos acercamos a Ã?l. No cabe duda que nuestro Dios tiene buen humor.

Un día que prediqué delante de una multitud muy grande en un estadio, una persona me preguntó:- Padre, ¿no siente miedo o timidez de hablar delante de tanta gente? Con una sonrisa le contesté:

Cuando se tiene la seguridad de transmitir una Buena Noticia se puede subir uno a los terrados, testificar en las cárceles y predicar en los estadios. Yo simplemente doy testimonio de lo que he visto; si no, le aseguro que hasta me daría pena estar hablando con usted.

Pero cuando uno no tiene la experiencia de que Cristo vive entonces tiene que hablar de mil cosas, menos de Jesús.

Hoy día no necesitamos un nuevo Evangelio sino una nueva evangelización; es decir, proclamar con poder y eficacia que Cristo vive; no repitiendo teorías que oímos y leímos sino con el testimonio de la propia experiencia. Hoy día debemos evangelizar con el poder del Espíritu, acompañando nuestra predicación con los signos y prodigios que deben ser normales en la presentación del Evangelio.

En el Congreso de Montreal de junio de 1977 había más de 65,000 personas que llenaban el Estadio Olímpico en la misa de clausura. Estaba el Cardenal Roy, seis obispos y 920 sacerdotes. Por otro lado estaba el Alcalde de la ciudad y junto al altar había más de 100 enfermos en sillas de ruedas.

Hicimos la oración por los enfermos. Todo el estadio alababa a Dios cuando de pronto una mujer, Rose Aimée, que tenia 11 años sufriendo esclerosis, se levantó de su silla de ruedas y comenzó a caminar a la vista de todos. De otro lado se puso de pie un hombre y otro más allá y uno más. ¡Doce tullidos se levantaron de su silla de ruedas y comenzaron a caminar! La gente aplaudía y llenos de emoción lloraban. El mismo Alcalde de la ciudad sollozaba como un niño porque cuando Dios se manifiesta no hay hombre grande; todos son pequeños. El lloraba de felicidad y de emoción.

Otro día el periódico principal de la ciudad decía:

"Estupefaccion en elestadio olimpico: los cojos andan y los paralíticos caminan".

Le Journal deMontreal titulaba: "los postrados en sus camas se levantan y andan".Lo sorprendente no es que se hayan sanado los enfermos. Lo extraño sería que no se hubieran curado; lo raro sería que Jesús no cumpliera su promesa.

Recuerdo que al día siguiente me entrevistaron por televisión y me preguntaban:- ¿Usted no cree que todas esas curaciones se deben al contagio de masas, la emoción y los aplausos de la gente?.

Yo les contesté:- Bueno, entonces usted me tendría que explicar a mi porqué en ningún partido de béisbol o de fútbol se ha levantado ningún paralítico ni los cancerosos se sanan cuando gana su equipo favorito.

La única respuesta es que Jesús resucitó y está vivo hoy en medio de nosotros! No busquemos otras explicaciones porque siempre nos perderemos.

Un día estaba comiendo cuando alguien me preguntó indiscretamente:- Padre, ¿usted está seguro que tiene el don de curación? Yo no podía contestar inmediatamente, así que todos se me quedaron mirando, esperando mi respuesta.

Entonces dije:- Bueno estoy seguro que tengo la misión de evangelizar, los signos y curaciones acompañan siempre la predicación del Evangelio. Yo simplemente predico y oro mientras que Jesús sana a los enfermos. Así hemos hecho el equipo de trabajo y nos acoplamos bien.

Los planes del Señor a veces me causan risa pues me parece que tiene buen humor cuando pone a un simple cura de pueblo a predicar ante grandes teólogos y en diferentes países. Yo no les enseño nada.

Sólo les doy testimonio de la misericordia del corazón de Jesús.
En 1981 prediqué un retiro para 320 sacerdotes en Lisieux, Francia, junto con el padre Albert de Montleon. Allí había muchos sacerdotes muy inteligentes, otros muy críticos y no faltaban los escépticos Después de una maravillosa exposición del padre de Montleon me tocaba hablar a mí. Me sentía muy pequeño delante de aquellos hombres tan sabios, con tantos títulos académicos. Me sentía pobre delante de los cardenales Suenens y Renard, allí presentes.

Entonces oré al Señor y le dije:- Señor, ¿qué hace aquí un cura de un pueblito insignificante de una isla tan pequeña que estos hombres tan sabios no saben ni dónde queda? No me dejes solo aquí, por favor, Señor.

Afortunadamente aquella primera noche el Señor curó a un sacerdote que sufría de flebitis y con eso se acabaron las discusiones. Recuerdo como él se levantaba el pantalón y enseñaba sus dos piernas completamente sanas. Este testimonio sirvió más para manifestar la gloria de Dios que mis pobres conferencias.

El Cardenal Renard, sorprendido por las curaciones y maravillas del Señor, se pusoen pie y dijo:

"Es difícil para nosotros aceptar la misteriosa acción del Espíritu Santo porque somos tan racionales y a menudo tan racionalistas. Todos nosotros somos, quien más quien menos, pequeños hijos de Descartes, e incluso hay un pequeño Voltaire en cada uno de nosotros, por eso se nos hace tan difícil asimilar la acción del Espíritu que sopla como quiere, sin limitarse a los moldes racionales de nuestra lógica. Le ponemos unos rieles para que camine por ellos y él vuela al margen de los mismos. Le ofrecemos unos conductos por donde él inspire, pero él sopla de lado.

El Espíritu Santo no sigue nuestros programas pastorales. Obviamente necesitamos una metodología pastoral. Pero la base de toda pedagogía de fe consiste precisamente en aceptar que nosotros no somos quienes dirigimos su acción, sino Ã?l la nuestra. Toda metodología debe ser lo suficientemente permeable paraque el Espíritu pueda usarla y hasta transformarla.

Los dones del Espíritu Santo son diferentes y actuales. Tal vez a causa de nuestro racionalismo, o por falta de fe, pensamos que esos dones son asunto del pasado.

El mundo actual está buscando a los hombres del Espíritu, a los profetas cristianos inspirados por el Espíritu, pero si no los encuentra se encaminará entonces tras los iluminados, lo cual es demasiado peligroso.

La Iglesia es un Pentecostés permanente y no una racionalización permanente". Estas últimas palabras del Cardenal me hacen recordar una anécdota:

Un día estaba Jesús con sus discípulos y les pregunto:- ¿Y ustedes quién dicen que soy yo? Simón Pedro se levantó y contestó:- Tú eres la teofanía escatológica que sustenta ontológicamente la intencionalidadde nuestras relaciones subconscientes e interpersonales. Jesús abrió los ojos llenos de sorpresa y preguntó:- ¿Qué, queeeé...?

Y Pedro no pudo repetir porque se le había olvidado. No era algo que tenía en el corazón sino sólo en la mente.

El mundo está cansado de escuchar teorías y florilegios literarios. Tiene hambre de las palabras vivas y eficientes que realizan aquello que contienen. "La Iglesia de hoy necesita más de testigos que de maestros" decía el Papa Pablo VI. Testigos que han experimentado la nueva vida traída por Cristo Jesús.

Cuenta el evangelio de san Lucas que el domingo por la tarde regresaban de Jerusalén a Emaús dos discípulos de Jesús. Iban tristes y abatidos porque con la muerte del Maestro habían quedado sepultadas todas sus esperanzas de restauración. El mismo Jesús se les unió en el camino y, uno de ellos, llamado Cleofás, comenzó a dar una cátedra de Cristología al mismo Jesús a quien no era capaz de reconocer.

Recordó vivamente cada uno de sus hechos milagrosos y palabras. Narró su cruenta muerte en la cruz de la que había sido testigo todo el pueblo, pero cuando llegó al temade la resurrección, ya no pudo dar su propia experiencia y se limitó a repetir lo que unas mujeres decían que unos ángeles habían dicho.

Así hay predicadores en la Iglesia que sólo repiten lo que los teólogos han escrito o sus maestros les enseñaron en las aulas pero ellos no tienen experiencia personal de la resurrección de Cristo Jesús. Mientras no se haya tenido ese encuentro personal con Jesús resucitado se estarán repitiendo teorías y enseñanzas que unos dijeron que otros habían dicho. Estamos llamados a ser testigos de lo que predicamos. Mas, para ser auténtico testigo se necesita tener experiencia personal de lo que se proclama; haberlo vivido en carne propia.

Un día llevaron al Padre Emiliano a conocer el majestuoso conjunto hidroeléctrico de Italpú en el Paraguay. Fue impresionante. Los hombres y hasta los camiones parecían insignificantes hormigas delante de aquellas gigantescas cortinas de concreto de la presa.

Se produce tanta energía eléctrica allí que alcanza para todo el país y parte del Brasil y Argentina.
Al anochecer que regresaron le llamó mucho la atención darse cuenta que algunas casitas de los trabajadores de la planta carecían de corriente eléctrica y eran apenas iluminadas por unas tenues velas de cera. ¡A unos cuantos metros de las turbinas y generadores más grandes del mundo no había luz eléctrica, sino velas, es que les hacía falta la conexión que les trajera la energía a sus casas.

Eso mismo nos sucede a veces a nosotros. Nuestra vida, en vez de ser iluminadacon energía eléctrica, la alumbramos con velas porque no estamos conectados con Jesús que es la Luz del mundo. Incluso, hay quienes trabajan en las oficinas de la Iglesia pero les hace falta la Luz en sus corazones.

Nos pasa como a esos turistas que frente a un hermoso paisaje sacan su cámara fotográfica Polaroid, toman su foto y luego, en vez de admirar el paisaje en vivo y ser cautivados por él, se quedan viendo la fotografía de papel.

Hay muchos cristianos que se han quedado con la fotografía estática de Jesús y no le conocen "cara a cara" porque nunca han tenido un encuentro personal con él. Sólo repiten lo que han oído o leído, pero no tienen la experiencia de su Vida Nueva.

La vida eterna consiste precisamente en "conocer", es decir, experimentar a Dios ya su enviado Jesucristo. Un verdadero evangelizador es el que presenta su testimonio personal, su experiencia propia de salvación y puede dar fe de que Jesús está vivo porque ha tenido un encuentro personal con él, como los apóstoles que afirman:

No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído. Hech 4, 20.

Un verdadero evangelizador no es el que habla de Jesús, sino el que es capaz de presentar a Jesús vivo delante de los evangelizados para que ellos digan, como los samaritanos:- Ahora ya no creemos por tus palabras sino porque nosotros mismos hemos visto y experimentado que Jesús es el Salvador del mundo. Más, nadie podrá transmitir la vida de Cristo resucitado si antes él mismo no ha experimentado que Jesús está vivo el día de hoy.

HASTA AQUÃ? PARTE III


Fuente: Sitio español en internet Libros Escritos (texto de la página en inglés).

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