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lunes, 30 de marzo de 2015

Yihadismo directo al corazón






Yihadismo directo al corazón



Hoy, más que nunca, Túnez es un símbolo.

Un raro ejemplo de democracia en el mundo árabe.





Yihadismo directo al corazón

Ansar al-Sharia




Un país capaz de reinventar el concepto de revolución, habiendo expulsado a un dictador, Zine El Abidine Ben Alí, y hallando vías de concertación entre islamistas y demócratas.


Túnez fue la cuna de la revolución jazmín, que derivó en la llamada primavera árabe, presentándose ante el mundo como un Estado musulmán que ha sabido dotarse de una Constitución moderna.


El único país de la región no sometido al dictado de un ejército que decide quien manda y quien no.

El único en dotarse de un presidente republicano democráticamente electo, salido de las urnas.


El único en garantizar, ya desde los tiempos de Habib Bourguiba, gran artífice de la independencia tunecina y de las instituciones aún hoy en liza, la completa igualdad de derechos entre hombres y mujeres.


Como tal, Túnez supone una amenaza, un contra-modelo al Estado Islámico, que ve en la pequeña República norteafricana un insoportable referente en las antípodas del proyecto totalitario yihadista.


Otro rasgo genuino es que el país depende del sector servicios, de su turismo, de su savoir faire y de sus clases medias, no de sus pozos petrolíferos.


Atentando contra el Museo de El Bardo y, de forma particular, contra un contingente de visitantes extranjeros, la organización terrorista del Estado Islámico, que se ha atribuido el ataque, pretende hacer mella en un sector clave de la economía del país.


El turismo representa el 7 por ciento del PIB tunecino, empleando a más de 400.000 personas (12 por ciento de la población activa).


El turismo se ha visto severamente afectado durante estos últimos tiempos por las crisis políticas y el auge del movimiento yihadista.


Antes de la revolución el número de turistas se había duplicado en apenas un lustro, pasando de tres millones de visitantes en 2005 a 6,5 millones en 2010.


Tras años de caída, en 2014 los ingresos turísticos registraron un ligero crecimiento situándose en 1,59 mil millones de euros, un 6,4 por ciento más que en 2013 pero un 14,5 por ciento menos que en 2010.


Por lo que respecta al número de turistas, éste ha descendido un 3,2 por ciento, situándose en 6,07 millones, frente a los 6,27 millones de 2013.


No es la primera vez que el yihadismo ataca al estratégico sector turístico.


A mediados de la década de los ochenta del pasado siglo, los hoteles de las localidades costeras de Souse y Monastir ya se habían convertido en objeto de los ataques de Yihad Islámica, el brazo armado del Movimiento de Tendencia Islámica fundado en 1981 y que se convertiría, en 1989, en Ennahda (Renacimiento), hoy día segunda fuerza política del país.


Asimismo, la reaparición de Al Qaeda tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos fue en Túnez.


Otro día 11, aunque de abril en esta ocasión, de 2002, un kamikaze hace detonar un camión cargado de bombonas de butano ante la sinagoga de Griba en la isla de Djerba, uno de los lugares de culto hebreo más antiguos del planeta e importante referente del turismo tunecino, llevándose por delante a 21 personas, entre ellas 14 ciudadanos alemanes, cinco tunecinos y dos franceses.


Las autoridades relacionan al autor del atentado, un ciudadano francés de origen tunecino identificado como Nizar Ben Nasr Nawar, con el Grupo Islámico Combatiente Tunecino, vinculado a Al Qaeda.


El atentado en El Bardo responde, por tanto, a viejas lógicas del yihadismo, si bien el contexto es distinto, muy marcado por la irrupción de la organización terrorista del Estado Islámico que, más allá de Irak y Siria, se ha hecho fuerte en la vecina Libia.


Túnez se ha convertido en el país que aporta un mayor contingente humano foráneo al Estado Islámico.


Con la caída de Ben Alí, salafismo y yihadismo se expanden, consolidándose Ansar Al Sharia, cuya influencia se deja sentir en mezquitas y amplios segmentos sociales.


La amnistía general decretada por el Gobierno transicional permite a muchos radicales salir de prisión.


El laxismo es la tónica.


No es hasta mediados de 2013, tras el asesinato de dos dirigentes de la oposición izquierdista, que la formación islamista Ennahda, entonces al frente del Gobierno, toma distancias con Ansar Al Sharia, que es designada organización terrorista.


A través de Ansar Al Sharia, pero también de células próximas a Al Qaeda en el Magreb Islámico y Okba Bin Nafa, más de 3.000 jóvenes tunecinos integran el Estado Islámico y grupos afines.



Muchos perecen, aunque cientos de éstos habrían retornado a su tierra natal con planes de muerte y desestabilización.


Desde el 14 de enero de 2011, cuando se inician las movilizaciones en el país, Túnez se ha erigido en el corazón del mundo árabe.


Y es ese corazón el que los yihadistas han querido golpear.


Un atentado en un lugar de cultura, asesinando a turistas, que son el oxígeno de la economía tunecina, y a apenas unos metros de la Asamblea Nacional, símbolo por excelencia de la soberanía popular.


Un atentado de francotirador dirigido contra una nación, su economía y su sistema político, contra un símbolo, contra un país que se consolida como prueba fehaciente de que la la democracia es posible, y no culturalmente incompatible, con el islam.





Fuente

islam

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