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domingo, 5 de abril de 2015

Brasilia, una ciudad como de otra galaxia


A lo lejos parece una construcción pequeñísima, pero ya cerca, a pocos metros de su entrada â??por un túnel, pues comienza bajo tierraâ??, cualquiera se percata de la equivocación. El peso de 90 toneladas de cada uno de los 16 pilares de la estructura levantada en hormigón da una idea del tamaño (40 metros de altura). Pero eso, sin embargo, no es lo más atractivo, sino su forma hiperboloide.

Según su constructor, el ateo y socialista Oscar Niemeyer, quien diseñó una pequeña pero hermosa iglesia llamada San Francisco de Asís, en el barrio Pampulha, como parte de un proyecto alrededor del lago artificial en Belo Horizonte, es como si las dos manos se juntaran para abrirse hacia el cielo.

A la Catedral de Brasilia es la que la mayoría de los brasilienses consideran la principal joya de la arquitectura de la capital. Su techo de vidrio da la sensación de búsqueda del encuentro directo con Dios, y en su interior cuelgan de un cable de acero tres ángeles enormes. En ella caben 4.000 personas.

Brasilia, una ciudad como de otra galaxia

Brasil


Wanderley, veterano músico de guitarra y conductor del taxi nacido en Minas Gerais que nos sirve de guía, no está de acuerdo con ese concepto. Para él, la iglesia de Don Bosco es más bonita que la Catedral. Su interior, con cristales, en vez de paredes, con predominio del azul, y donde pende del techo una enorme lámpara también de cristal, es mágico.

Pero para Judite, rubia de 33 años y nativa de Brasilia, el conjunto del sector de la plaza de los Tres Poderes es lo más representativo y bello de la ciudad, aunque admira la Catedral Metropolitana Nuestra Señora Aparecida, su nombre verdadero, y la iglesia de Don Bosco.

La plaza es una superficie de cemento que, entre otros elementos, tiene en lo alto una bandera izada (sostienen aquí que la más alta del mundo) y dos esculturas de candangos (así llaman a los trabajadores que construyeron la ciudad). Pero lo mejor es toda la construcción que la rodea.

A un costado, atravesando la calle, queda el Palacio de Planalto, el lugar de labores de la presidente Dilma Rousseff. Al otro extremo, el edificio del Tribunal Federal Supremo. Y en la mitad, el Congreso Nacional, que en la parte central tiene dos torres paralelas de 28 pisos que separan algo como dos tazas, donde sesionan los miembros del parlamento.
Brasilia

Capital


Sean las iglesias o la plaza y todo su conjunto, elegir cuál es la mayor maravilla de Brasilia implica un reto superlativo, porque esta ciudad, sede por estos días del Campeonato Mundial de Fútbol Brasil 2014, es un verdadero museo arquitectónico a cielo abierto, donde, sin ingresar a cada una de sus edificaciones, el visitante queda admirado.

Lo vital de Niemeyer

En 1954, el presidente Getulio Vargas sancionó el proyecto de llevar la capital administrativa de Brasil a una nueva ciudad. Ese año, Vargas, asediado por sus contradictores, se suicidó. Su sucesor, el socialista Juscelino Kubitschek, retomó la idea.

El terreno elegido fue el desierto del estado de Goiás, una meseta de 1.772 metros sobre el nivel del mar, que tenía las condiciones naturales para dar cabida, incluso, al lago artificial hoy llamado Paranoa, que bordea la ciudad.

Contrario a lo que se piensa, fue el urbanista Lucio Costa el planificador de la ciudad, tras ganar el concurso, en 1956, para su construcción. Luego, Costa llamó a Niemeyer para que se encargara de la arquitectura y a Roberto Burle Marx le dejó el aspecto del paisaje.

En tres años y 10 meses, cerca de 60.000 candangos levantaron la ciudad, inaugurada el 21 de abril de 1960. Todo el poder se trasladó allí desde Río de Janeiro. Costa la organizó en forma de cruz, pero desde el aire parece un avión. Las alas soportan la mayor cantidad de edificios, especialmente los conjuntos de viviendas, ubicados en supercuadras, cada una con entrada única y espacios para el comercio.

Esa planeación, llamada Plano Piloto, da un orden total: dos amplias avenidas principales la atraviesan (de norte a sur y de este a oeste), sectores demarcados, sin nada fuera de control. Una de las avenidas, llamada el Eje Monumental, es catalogada como la más ancha del mundo, con 250 metros, seis carriles de cada lado y una extensa zona verde.

Pero si bien Niemeyer no diseñó la ciudad, sí es vital en su forma y atractivos de museo de cielo abierto. Por cualquier calle, especialmente en la parte central, sus obras atraen las miradas de las personas. El Palacio Alvorada â??residencia del presidente, a orillas del lago Paranoaâ?? da la impresión de sostenerse en el agua, igual que el Palacio Itamaraty; el Museo Nacional es un círculo espacial, mientras que el Teatro Nacional, una pirámide. El Memorial JF y el Memorial de Pueblos Indígenas, ubicados frente a frente, parecen de otro mundo.
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lucio costa

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â??No es la línea recta la que me atrae, dura, inflexible, creada por el hombre. La que me atrae es la curva libre y sensual. La curva que encuentro en las montañas de mi país, en la sinuosidad de sus ríos, en las nubes del cielo y en las olas del mar. De curvas está hecho el universo, el universo curvo de Einsteinâ??, son las palabras de Neimeyer resaltadas en el Centro que lleva su nombre y que explican su arquitectura.

Por el diseño de Costa y el aporte de Niemeyer, la Unesco nombró a Brasilia en 1987 patrimonio histórico y cultural de la humanidad, única ciudad construida en el siglo 20 en recibir ese honor. Años después de regresar del país, tras vivir exiliado en Francia por la persecución de la dictadura militar (â??un arquitecto comunista debe vivir en Moscúâ??, dijeron entonces sobre él), Niemeyer expresó que su arquitectura no es importante. â??No resuelve ninguna mierda... Lo que importa es la lucha por una vida mejorâ??.

Brasilia hoy

Al cabo de 54 años de existencia, Brasilia mantiene en su Plano Piloto su estructura, y en zonas aledañas se han levantado nuevos edificios con estilo también novedoso, como siguiendo un manual dejado por Niemeyer. No muy lejos, el puente JK (iniciales de Kubitschek) , del arquitecto Alexandre Chan, es prueba de ello. Inaugurado en el 2002, sobre el lago Paranoa, es único en el mundo por diseño y estructura, y del que se destacan tres arcos entrelazados desde el agua.

El diseño original de Brasilia era para 500.000 habitantes; hoy viven 600.000. Sus calles siguen en orden, con poca gente caminando â??más bien en carroâ??, y sin vida nocturna agitada. En otras palabras, no parece ser la capital de un país alegre como Brasil. Pero lo es, y como tal tiene el índice más grande de crecimiento del país. Han surgido a su alrededor 30 ciudades satélites que conforman la gran Brasilia, con lo que llega a los tres millones de habitantes.

Esas satélites no cuentan con el diseño de la capital, ni con amplias zonas verdes, como el parque de la ciudad (el más grande de Latinoamérica). Hay pocos edificios y muchas casas. Algunos habitantes, como los de Taguatinga, se benefician del metro para transportarse. Hay mucha pobreza, lejos del ideal de sus fundadores, de capital sin clases sociales. Eso sí, tienen más agite en sus calles, tanto de día como de noche, que Brasilia.

Hoy, Brasilia se puede ver desde la torre de televisión, estructura de 224 metros que marca el centro de la ciudad, a pocos metros del estadio de fútbol â??Manéâ?? Garrincha, otra obra colosal, donde Colombia enfrentará mañana a Costa de Marfil por el Mundial Brasil 2014. Desde allí, la ciudad utopía se visualiza.

Niemeyer falleció en el 2012, 10 días antes de cumplir 105 años. A él le dijeron que diseñara el avión que sería la nueva capital, y lo hizo como si se tratara de un museo a cielo abierto de otra galaxia.

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